Supuestamente, a partir de este mes, entrará en vigor la nueva ley Sinde. Una ley escrita y dirigida por un partido que no tiene ni idea de como funciona Internet.
Muchos intuyen que el objetivo de esta ley es proteger los derechos de autor. Pero deberíamos profundizar un poco más acerca de lo que significa esta palabra (para mi, totalmente maldita).
Desde que en 1878, un tal Edison inventara el fonógrafo (un aparatejo con una reproducción de sonido infernal, pero mágico en aquellos tiempos) la denominación: «derechos de autor» no existía. Tenía su lógica, ya que no había ningún derecho que proteger, por que la música se difundía solo a través del directo.
Pero en realidad, no fue hasta 1948, cuando un ingeniero de la CBS mucho menos conocido que Edison llamado Peter Golmark y su equipo, presentaba al mundo un disco de larga duración fabricado en una resina de polivinilo. Aquí nace la industria discográfica, y con ella, lo que para mi a sido la larga y lenta degeneración de la música, o mejor dicho, de los músicos. ¿Por que? por que descubren como ganar dinero sin moverse de su casa. Bueno, no es del todo cierto. Hacen giras durante 3 meses al año…
Hasta finales del año 2000, no hay problema. Los músicos, cantantes, compositores, productores, montadores, etc. viven como quieren. Se forran a través de aficionados como yo, que les encanta consumir todo tipo de música, y que pasan por el aro comprando y comprando a veces auténticos bodrios para engordar fortunas ilegítimas. Se llega a tal punto de degeneración en esta industria, que se publican muchos discos con una media de 12 temas, donde no más de 3, merecen realmente la pena. Pero los sufridos consumidores debemos de pagar, no sólo por los 3, sino por los 12. ¿Que se podía hacer? nada, era lo que había.
A finales de los 90, aparece lo más parecido a la venida del anticristo. Un indocumentado llamado Shawn Fanning, más conocido en la red como Napster. Un chico muy joven que crea un software del mismo nombre, con el único objetivo de compartir su música en la red con sus amigos. Lo cierto es que el tema se le va de las manos, lo que había creado para consumo restringido, la propia red lo populariza, y de no mas de 50 usuarios, en solo un año, pasa a tener millones y millones de usuarios que comparten su música a través de la red.
La industria discográfica se levanta en armas, utiliza todo su poder para criminalizar a Fanning, se le intenta ver como a una especie de Terrorista, y se empieza a hablar de los malditos derechos de autor. Este pobre chico, termina debiendo, después de muchos pleitos dirigidos por abogados carísimos, lo que no tiene. Pero lo que el crea con toda la inocencia del mundo, es imparable. Empiezan a aparecer todo tipo de emuladores de Napster: Audiogalaxy, Kazaa, emule, utorrents, etc. Los aficionados a la música, empezamos a oír música totalmente inédita, auténticas genialidades que no habían salido a la luz por culpa de una industria discográfica llena de sujetos sin cultura y sin gusto musical, que nos habían estado vetando a todos, la difusión de todo tipo de música desde su misma creación. También hay que decir que se hace mucha mierda, pero compensaba y compensa con creces.
El problema va más allá, ya que no solo a terminado por afectar a la música, también a la industria del cine.
¿Y ahora qué? Pues nada de nada, ya que ni los gobiernos (analfabetos tecnológicos por defecto y convicción) ni la degenerada industria discográfica, ávida del vil metal desde su creación, conseguirán destruir lo que se ha creado. Que no es otra cosa que la posibilidad de poder acceder a todo sin restricciones y sin censura.
¿Y qué pasará con los creadores? Que lo músicos se pongan a componer y a dar conciertos (que es su obligación), Que los actores vuelvan a hacer teatro y a trabajar todos los días laborables (como intentamos hacer todos los demás, dándole gracias a Dios con los tiempos que corren). Y comprobarán que no pasa nada. Y si no, que se guíen de genios como: Mozart, Beethoven, Shakespeare, etc. que jamás conocieron lo que eran los derechos de autor.
¿Y la ley Sinde? Ya veremos, pero sólo van a conseguir que los Hackers y que las actuales páginas de descargas se tengan que buscar la vida situando sus servidores en lo que yo denomino paraísos tecnológicos como Belice o Panamá. En donde no hay legislación ni restricciones para nadie. Bueno, llegados a extremos, siempre pueden bombardear a cualquiera de estos países. El poder de la industria de la música y el cine es infinito…
Para terminar, yo sigo comprando música, pero sólo los temas que realmente me gustan, y los que considero que por su calidad y por la empatía que me merecen el autor, cantante o grupo creo que deben percibir una retribución económica por su trabajo.
Bueno, y como siempre, si quieres conocer como disfrutar de la libertad de poder ver lo que quieras y cuando quieras, entra en tvcentemadrid.