De todos los artículos que hemos publicado, tal vez éste es el más personal. Y en esta ocasión (también ha sido así en otras) soy yo, el responsable de TV Center Madrid, quien lo escribe.
Tengo que empezar comentando como me sentó la muerte de Steve Jobs, a quien desde aquí, le dedicamos nuestro particular homenaje el día de su fallecimiento. La verdad es que el sentimiento fue difícil de entender para mi mismo. Jamás había tenido una sensación de tristeza e incluso de desamparo tan acusado sobre una persona que no conocía personalmente. Cuando me enteré, y como creyente que soy, realmente me enfadé con Dios. Con Dios me enfado continuamente por muchas razones: el hambre en el mundo, la total falta de derechos humanos en demasiados países, la pederastia, etc. En esta ocasión, mi enfado venía por que no me cabía en la cabeza por que le había quitado la vida a una persona tan necesaria en esta época de tanta incertidumbre económica, de tanta falta de ideas, y sobre todo, de ambición. Ahora, más que nunca, creo firmemente que lo necesitábamos. Un amigo, muy buen escritor por cierto, me comentó hace 4 años y poco después de salir el primer iPhone, que Steve Jobs debería ser «Presidente del mundo». No le faltaba razón.
Bajo mi punto de vista,en estos momentos necesitamos gente con empuje, que nos haga sentir que todo, absolutamente todo, está por llegar, que en nuestras manos está poder cambiar el mundo tal y como lo conocemos. Que nuestra estructura y base económica, que renació después de la segunda guerra mundial, ya no sirve. Que TODOS, nos tenemos que reinventar para cambiar una economía que, con las actuales normas, ya no va a ninguna parte.
Debemos empezar desde cero, volver a confiar en nosotros mismos. Empezar a soltarnos de la mano de «Papá Estado» que hasta ahora, supuestamente, todo lo solucionaba. Se que cambiar la mentalidad es difícil, pero no podemos seguir engañándonos a nosotros mismos en un estado de bienestar que ya no tenemos, no por que existiera, sino por que jamás existió.
Uno de los grandes errores en el que hemos estado sumidos en este País nuestro, ha sido ese aberrante concepto de propiedad que hemos tenido siempre, al creerse los hipotecados que el piso por el cual pagan su hipoteca mensualmente, es suyo. Cuando una persona o familia adquieren la enorme responsabilidad de tomar (no adquirir) una propiedad a través de una hipoteca, es decir, con un capital que no es suyo, no lo será jamás hasta que no paguen hasta la última letra del último mes. Mientras tanto, dicha propiedad pertenecerá legítimamente al banco o financiera, que es la que realmente ha puesto el dinero encima de la mesa. Si a eso le sumamos que dicho compromiso se adquiere por una media de 25 a 30 años, o lo que es lo mismo, por los siglos de los siglos, el sentimiento de propiedad REAL, se queda lejísimos.
Por todo lo anteriormente comentado, cuando amigos míos hipotecados, por desgracia, me dan la noticia de que «les han quitado el piso por no poder afrontar los pagos» yo siempre les rectifico: «No te han quitado nada, has devuelto lo que jamás a sido tuyo».
Hace tiempo, el primer oficial de un notario, me comentó que durante los años de bonanza en este País (demasiados) cuando familias enteras pasaban por la notaría para firmar la tan ansiada hipoteca, el estado de éxtasis de los mismos (solo comparable con un orgasmo) era tal, que el 100% se iban a celebrarlo a la marisquería más cara. Cuando lo que deberían de haber hecho todos, es ir a la iglesia más cercana, y poner el mayor número de velas posibles para encomendarse al altísimo y rogarle que les diera salud y trabajo para terminar de pagarla sin sobresaltos.
Algunos de los que estéis leyendo este artículo, y al hablar yo, en tercera persona en los tres últimos párrafos, pensaréis que hablo así por que no se lo que es tener una hipoteca, ya que imagináis que mi piso o casa es en propiedad. Pues no, llevo viviendo toda mi vida de alquiler. Y os puedo asegurar que socialmente he llegado a ser discriminado por ello. Sobre todo en la época de vacas gordas.
Si jamás me he hipotecado, es por que no me daba la gana de estar toda mi vida pagando por algo que no lo valía, por que no quiero que los bancos se forren conmigo y por que no me quiero morir (si ocurre antes de tiempo) angustiado pensando en el marrón que van a heredar mis hijos.
Ahora nos vamos más lejos, y os hablo de un País que a todos, absolutamente a todos nos está comiendo por los pies. Ese País es China, que con su dictadura, que propicia que sus habitantes sólo vivan para trabajar por una miseria, nos está haciendo la competencia más desleal y diría que delictiva de toda la historia de la humanidad. El problema parte de nosotros, y en este caso me voy a la siguiente reflexión: «el mercado lo crea quien oferta, pero aún más quien lo demanda». Lo cierto es que casi todas las empresas que fabrican algo físico, producen en China. La razón es incluso demasiado simple, lo hacen por sus bajísimos costes provocados por esa absoluta falta de moralidad de los gobernantes de este inmenso País. ¿Pero como hemos llegado a que un tanto por ciento tan elevado de lo que poseemos se fabrique en China?. Todo empezó cuando la primera empresa que fabrica en este País, baja sus costes de manera radical, y con ello se hace mucho más competitiva, obligando a su competencia a hacer lo mismo, si no quiere desaparecer. Si esto lo llevamos hasta los sectores más insospechados, nos encontramos con lo que yo califico como la espiral del diablo. Una espiral en la que todos estamos inmersos: las empresas, por que se niegan a subir sus precios y renunciar a su mayor competitividad y margen de beneficios. Y los consumidores por que nos hemos acostumbrado a pagar un precio mínimo por algo por lo que antes pagábamos el doble o el triple. El problema es que se están quedando con todo. Os pongo un ejemplo: el papel, ese material que utilizamos diariamente (aunque cada vez menos) se fabrica con pasta de papel, toda la pasta de papel que se produce en el mundo, está en poder de China. Esto tiene como consecuencia, que ellos son los absolutos dueños del precio de mercado, y que si les diera la gana, podrían parar la producción a nivel mundial.
Creo que estamos a tiempo para cambiar todo esto, para dejar de arrodillarnos ante los gobernantes de un País que nos tiene totalmente embargados. Para exigirle una competencia limpia, con trabajadores con los mismos derechos y obligaciones que hay en los países libres (por lo menos en derechos) aunque ello conlleve una subida de los precios. Por lo menos, no sentiremos el remordimiento de que el ordenador, el móvil, la televisión, la ropa interior, el colchón, etc que usamos diariamente y que hemos comprado por un precio, en algunos casos ridículo, está hecho con el dolor y el llanto de gente que vive en condiciones infrahumanas y en la más total y absoluta de las infelicidades.
Soy un fiel defensor del libre mercado. Lo que no defiendo y me asquea profundamente es el libertinaje en los mercados, y sobre todo, la pasividad de los gobiernos por no poner a este País en su sitio por el hecho de que les debamos dinero.
Para terminar, y siempre bajo mi opinión estrictamente personal, esta crisis sólo pasará cuando el modelo económico cambie radicalmente, con el libre mercado siempre por delante, pero con normas estrictas a cumplir por Gobiernos, Bancos, Empresas y Especuladores. Y cuando nosotros (TODOS) seamos capaces de olvidarnos de lo bonito que fue todo, y trabajemos sin mirar tanto al pasado. Por que, nada, absolutamente nada, volverá a ser igual. Podrá ser mejor, pero, por el bien de todos y con el objetivo de que nuestros hijos no pasen por esto, IGUAL NO!